Barcelona, recuerdos de posguerra (XIII)

…Prosigue desde el capítulo duodécimo…

Todo el mundo conoce en Barcelona una ancha calle con el nombre de Avda. del Paralelo. Parece ser que allá por los años 20 tuvo un esplendor que le dio mucho renombre. Cabarets, cafés concierto, salas de baile y teatros atraían a gente de todas las condiciones. Al llegar la posguerra, El Paralelo solo era la sombra de su pasado. Sin embargo para los jóvenes de los años 40, continuaba siendo un lugar lúdico, donde por poco dinero se podían distraer un rato por la noche. El lazarillo, de estatura que superaba a los de su edad, aprovechaba ésta ventaja para unirse a los mayores de su barrio y así frecuentar lugares poco apropiados para un adolescente. Y el Paralelo era uno de ellos, aunque la verdad, es que a él nunca se lo pareció, porque en aquellos cafés abiertos al público donde además de mesas y sillas, había un pequeño escenario, salían unas señoras a cantar unas canciones que a él se le antojaban tontas y sin sentido, comparadas con los tangos de Gardel que se escuchaban en la radio.

Avenida del Paralelo a principios del siglo -foto de Quirze Grifell-.

Una de aquellas señoras explicaba cantando, que tenía una pulga en el cuerpo y con sus manos se tocaba intentando atraparla. Otra, con una canción que venía a decir que le habían dicho las viuditas y casadas “que poniendo vaselina no se nota casi nada”, y la única que hacía un poco de gracia era aquella que vestida de campesina se quejaba de lo mal que le iba su huerto y lo cantaba así: “Desde que se fue mi Pepe /mi huerto no se ha regado / la hierbabuena no crece / el perejil se ha secado”.

La clase del argentino Carlos Gardel no encontraba réplica en los locales de Barcelona, a juicio del lazarillo.

Alguna vez salía también alguna chica bailando claqué y una vez actuaron un par de chicas juntas haciendo una demostración del baile que se había puesto de moda, “el Tiro –Liro”, que consistía en elevar hacia arriba los dedos índices de cada mano para a  continuación bajarlos hacia el suelo, y después se cogían del brazo, daban un par de vueltas…y ya está.

Es decir, lo más parecido a las danzas de los indios comanches en  las películas del oeste. Pero era la moda.

El baile de moda recordaba a las danzas de los indios americanos. En este dibujo se explican los pasos (de todocoleccion.net).

Pero hubo en el Paralelo otras distracciones, El Teatro Español, donde durante años actuó la compañía musical de los Vieneses dirigida por un tal Franz Johan que con diferentes títulos como “Luces de Viena”, “Viena es así” y otros, obtuvo un éxito que se extendió a toda la ciudad. Franz Johan y los Vieneses estaban en boca de todo el mundo y hasta el amo del lazarillo asistió con su esposa en varias ocasiones a verlos (él naturalmente solo  a escucharlos).

Teatro y Cine Español en el Paralelo.
El espectáculo del actor austríaco Franz Johan y los vieneses arrasó en España en la década de los 40.

Estaban también frente al Teatro Español las Atracciones Apolo con su gruta del Dragón, sus espejos cóncavos (menuda tontería) y su “Casa del Miedo” que más que para ir a pasar miedo, era frecuentado por jóvenes parejas que se lo pasaban bien alejados de miradas indiscretas. De las calaveras de cartón y los Drácula que aparecían, ni caso.

También tenía el Paralelo sus teatros, sus cines y tenderetes en los que se podía comprar, chufas remojadas, altramuces, porciones de coco y en verano tajadas de sandía, y el que se lo podía permitir un corte de Frigo de chocolate y vainilla.

Pero sin olvidar el entrañable Molino, donde la censura siempre estaba presente por sus espectáculos transgresores y que en un lejano pasado  fue casi tan conocido como El Folies Bergère de París.

Situación de algunos locales de la época en el Paralelo de Barcelona.

Siguiendo la Avda. del Paralelo hacia abajo se llegaba al puerto, donde periódicamente llegaban barcos mercantes, en particular de Argentina, cargados de alimentos y mercancías varias. Los que en el puerto trabajaban, estibadores en particular, solían llegar a sus casas con provisiones sustraídas en las descargas impunemente porque todo el mundo sabía que el servicio aduanero del puerto también se llevaba su parte. Todo aquel trajín de mercancías daba lugar a que en la Plaza Palacio, cercana al puerto se pudiera adquirir tabaco americano, inglés y hasta turco, así como otros objetos como maquinitas para liar cigarrillos, también algunas prendas de ropa y cocos en abundancia que provenían de la Guinea Española. Pero nada de tenderetes, todo muy personal y con la vista puesta en el horizonte vigilando la llegada de los grises, aunque raramente aparecían por allí, era como si existiera el pacto de vive y deja vivir, porque todo el mundo hacia lo que podía para ganar algún dinero.

Plaza Palacio de Barcelona, siempre escenario de un trajín de mercancías.

…Continuará…

 

 

 

 

One thought on “Barcelona, recuerdos de posguerra (XIII)”

  1. Muy buena la foto del baile el Tiro- liro. Recuerdo haberlo aprendido de pequeña. Era de lo más inocente, como casi todo lo de aquella época.
    El resto de fotografías, excelente.

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