Barcelona, recuerdos de posguerra (VII)

…Prosigue desde el sexto capítulo…

A veces, cuando los grises consiguen atrapar a alguno de esos delincuentes de poca monta, lo llevan a comisaría donde, después de darles  algunos azotes con la porra, los pelan al rape.

En todo el casco antiguo de la ciudad, a esas personas se les conocía como “quincenarios” porque permanecían en los calabozos quince días. Ver por la calle a alguien pelado inspiraba desconfianza y al menos dejaba de actuar hasta que le volvía a crecer el pelo.

Los "grises", llamados así por el color de su uniforme, fueron las principales fuerzas represoras franquistas. En 1978 se reorganizó el colectivo y se refundió como el Cuerpo Nacional de Policía.

Había sin embargo en el barrio,  uno de esos ladronzuelos que inspiraba simpatía, se trataba de un joven que debería tener unos 20 años, con el pelo rubio muy corto y de altura mediana. Se le conocía como el coix (el cojo), porque le faltaba la pierna derecha. Se desplazaba ayudado de una muleta de madera que apoyaba bajo la axila. Su especialidad consistía en robar a los vendedores de cupones una tira de ellos, que se los vendía a la gente de otro barrio sin despertar sospechas por su minusvalía. Cuando era sorprendido por los grises huía a tal velocidad que los grises que no eran tan jóvenes como él y con el lastre del fusil, las cartucheras con la munición y los largos abrigos corrían tras él veinte metros y acababan dejándolo escapar. Y es que tenía tal habilidad con la muleta que, poniéndola delante de sí todo lo que podía, e impulsándose a continuación con su pierna sana, daba unas zancadas muy parecidas a los saltos de los canguros. De haber nacido medio siglo más tarde, seguro que hubiese destacado en los juegos Paralímpicos. Aunque de robar cupones hubiera tenido que olvidarse.

En España se pasó hambre, y todo el mundo que la padeció se las ingeniaba para intentar seguir adelante, a las buenas o a las malas.

Incluso personas tan honestas como la madre del lazarillo, alguna vez junto a tres o cuatro mujeres del barrio han realizado caminatas nocturnas de varios quilómetros, hacia los pueblos del extrarradio de Barcelona para conseguir afanar cuatro o cinco quilos de patatas. Además de la caminata, dos peligros añadidos, el agricultor enfurecido (con toda la razón) y los del tricornio que de verdad no bromeaban. Por unas pocas patatas se jugaban el físico. Pero el hambre era demasiado intensa como para pararse a reflexionar.

Un par de veces sin embargo, llegaron al barrio los ecos delictivos más graves. El caso del “Mula” y el de “Savater”, sin conexión entre ellos (o tal vez sí).

El primero de ellos, el Mula tuvo la ocurrencia de asaltar una sucursal bancaria del barrio de Sants. ¿Se trataba de un delincuente deseoso de emular a Dillinger, o se trataba de un “maquis” en solitario en busca de fondos para su causa? El resultado fue que la policía alertada se personó de inmediato produciéndose un cruce de disparos y la detención de aquel osado o irreflexivo atracador. Lo curioso del caso es que no lo abatieron allí mismo, dado que el hombre iba armado con una pistola, hecho gravísimo en aquel entonces, en que el estado de guerra estaba aún vigente. Tal vez interesó más capturarlo vivo para que sirviese de escarmiento a otros que pudiesen tener las mismas intenciones, porque la prensa publicó la noticia, su juicio sumarísimo, su condena a morir a garrote vil y su ejecución.

El famoso asaltante de bancos estadounidense John Dillinger, cuya fama traspasó fronteras y también llegó a España.

El otro caso, el del tal Savater fue muy comentado en el barrio del lazarillo, pues después de ser abatido en Barcelona, corrió la voz de que permaneció oculto en un piso de la calle Virgen del Pilar durante algunos días.

Parece ser que Savater era un idealista político muy buscado por la policía, es por ello que despertó mucha simpatía entre la población paria de la ciudad.

El garrote vil, instrumento para la pena capital, estuvo vigente en el país hasta la abolición de la pena de muerte en 1978.

Un día, aprovechando el recorrido de trabajo por el barrio de Sants, el amo invidente del lazarillo le pidió a este que le llevase al lugar donde se produjo el intercambio de disparos con el Mula, porque deseaba tocar con sus dedos los dos impactos de bala que quedaron en la fachada del Banco (aquel día estaba el hombre caprichoso) y el lazarillo aprovechó la ocasión para tocarlos también, continuando seguidamente ambos tan contentos y satisfechos su recorrido de trabajo.

Antigua estación de Sants, Barcelona.

Un buen día al amo se le ocurre la luminosa idea de comprar un triciclo, se trata de ahorrar el dinero que paga al transportista por la entrega de mercancía vendida a sus clientes. El triciclo es simplemente una bicicleta con un gran cajón delante con capacidad hasta 80 kilos que avanza como cualquier bicicleta a fuerza de pedal, que si bien a los carros tirados por caballos, se les llama de tracción animal o tracción sangre,  al triciclo se le puede incluir dentro de estos últimos, pues pedaleando con nunca menos de 50 kilos, se acaba perdiendo hasta el alma.

Por la ciudad circulan muchos de estos artilugios, manejados siempre por jóvenes a los que se les adivina poca grasa que perder. Y es que al cobrar aquellos muchachos solo por entrega efectuada, fomentó un pequeño negocio de autónomos que con flotillas de diez o doce vehículos se ganaban bastante bien la vida.

Uno de estos nuevos negocios estaba situado en la calle Baja de San Pedro al lado de la calle Beatas y la dirigía un joven parapléjico, que dentro de su pequeño local, sentado en su silla de ruedas y con solo una mesa, papel, lápiz y el teléfono dirigía las operaciones con mucha eficacia.

Como en la calle Baja de San Pedro había bastante tránsito de vehículos (a veces hasta seis al día), la flotilla aparcaba en la calle de encima, Mediana de San Pedro, más estrecha pero con circulación nula. La placa que figuraba en ella con la imagen del carro y el caballo indicando la dirección a seguir, resultaba totalmente inútil.

Así las cosas, el amo muy contento con su adquisición, da órdenes nuevas al lazarillo, por las mañanas a visitar clientes como siempre, por las tardes a pedalear (ya es lo  único que le faltaba). Y pedaleó tanto, que un día le dijo al amo: “creo que un día me moriré”. Pero ni caso.

Momentos de evasión para la juventud española con los populares tebeos de la época, que tenía en 'Roberto Alcázar y Pedrín' uno de sus productos más exitosos.

Afortunadamente el lazarillo además de ser muy curioso sentía una gran pasión por la lectura y por las noches en la cama y a la luz de una vela leía hasta la madrugada, libros que le prestaba la biblioteca de la calle Baja de San Pedro, sita en el primer piso del edificio conocido en el barrio como “la cultura”, donde solían cumplir su Servicio Social las chicas a las que preparaban para ser buenas amas de casa y además sumisas, condición indispensable para ser en el futuro una buena esposa (es decir, de emancipación nada, guapitas). Además de aquellos libros, devoraba todos los tebeos de tercera o cuarta mano que le prestaban sus colegas del barrio. Se divertía leyendo las historietas de la familia Ulises, de las hermanas Gilda, Heliodoro Hipotenuso o los geniales inventos del profesor Franz de Copenhague, además habían también los tebeos monográficos con su personaje estrella, El guerrero del antifaz, El hombre enmascarado y un largo etc. Aunque el preferido del lazarillo era el de Roberto Alcázar y Pedrín. Roberto llevaba pistola y Pedrin una porra cortita que llamaba cachiporra. Al lazarillo la pistola le atraía desde que tuvo  una en sus rodillas en la Jefatura de Vía Layetana, la cachiporra de Pedrin le encantaba porque de haberla poseído se hubiera liado a cachiporrazos sin saber muy bien contra quien, o tal vez contra a todos.

…CONTINUARÁ…

 

 

 

3 thoughts on “Barcelona, recuerdos de posguerra (VII)”

  1. ¡¡¡ VAYA CON EL YAYO MAYO !!! pero QUÉ MEMORIAAA !!
    ¡Cuantas lecciones aprendidas, cuantas más por aprender! El YayoMayo es un caja de sorpresas con algo nuevo cada vez !!!
    Esto, en vez de ser un recuerdo, es un SÚPER libro de historia que con sus buenísimas fotos, aún remarcan más los hechos y con tal picoteo de detalles que parece que lo estés visualizando…
    ¡No te olvides de nada! que los que nos hemos recreado con tus historias (ejeeem… «batallitas») te lo recordaremos … para que tú, a su vez, lo transmitas con esa agudeza tan peculiar y tan culta que tienes de expresar «esos momentos» ya pasados, pero, veo… no olvidados.
    ¡¡Animo!!
    ¡¡ Recaetsss !!!!
    Núria

  2. Como en un delicado trabajo de arqueología, desentierras del olvido «extraños objetos»:carros con caballos,sacos de cereales, pistolas,lámparas de petroleo,el garrote vil ó pajaritos enjaulados que adivinan el futuro.Objetos dificiles de comprender en un mundo de «facebooks», «iphones», video conferencias y coches eléctricos…Y como una nave espacial,la arquitectura modernista de Gaudi en el parque Güell,parece haber aterrizado en ese solar repleto de vacas (foto cap IV),testigo mudo de todo lo que sucedió pero, con esperanza futurista.
    Así sois los que sobrevivisteis a la postguerra, unos «seres extraños»que ,ayer oísteis silbar las balas mientras acuciaba el hambre pero, que hoy entrais en «google» a pasear por el parque Güell.
    Maig, tú nos lo relatas…Gaudi ..lo había presentido.

    un beso para tí ,que nos lo cuentas ,y para los que lo vivieron contigo.

  3. Dedico este comentario a la persona ( creo que se llama Luis), que recrea los relatos con las fotografías de la época…es tal la «sincronización», que parece el trabajo de un reportero narrando y el cámara filmando.Sin tu labor se nos haría dificil( a los que no lo vivimos) imaginar ó conocer objetos, lugares y personajes de ese momento.Gracias Luis y mis felicitaciones.

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