Cuando Alicante fue la última trinchera de la Guerra y el romanticismo

Las últimas horas de la Guerra Civil en el puerto de Alicante, el traslado de prisioneros a la plaza de toros convertida en penal, los juicios sumarísimos en el Castillo de Santa Bárbara, las fugas de prisioneros, las despedidas de los amantes en los balnearios del Postiguet, los últimos instantes en la Posición Yuste y los despegues de los últimos aviones desde Monóvar son algunos de los escenarios de Madre Tierra, la nueva novela de Manuel Mira Candel, editada por Editorial Club Universitario, ECU, y ya distribuida en librerías a un precio de 22’50 euros.

Lo insólito, sin embargo, sobre esa múltiple perspectiva, es que los narradores directos de cuanto acontece en las más de setecientas páginas del relato son un periodista americano, corresponsal del The New York Times, y una doctora sudafricana de origen sefardita. Más insólito aún resulta que ambos ofrezcan su visión de la tragedia española desde otra tragedia no menos sangrienta: el desierto de El Alamein, en el transcurso de la batalla que enfrenta a las tropas británicas del Mariscal Montgomery con las del Afrika Korps de Rommel.

A través de un emocionante diálogo, serán esos dos protagonistas, Ken Brighton y Sefarat Montesza, quienes reaviven la atormentada existencia de un militar republicano, Pedro Anciles, nacido en Orcelis, a quien elevaron a la categoría de leyenda con el sobrenombre de “The Spaniard” en las páginas del rotativo americano, y amaron hasta el extremo de seguirlo en su alocado periplo hasta dar con él en un hospital de Alejandría. Pedro Anciles, condenado al exilio y a la autodestrucción, había huido de Alicante, se embarcó clandestinamente en un mercante americano en Barcelona y terminó alistándose en el ejército sudafricano que combate contra las tropas del Eje en el desierto.

Una obra enmarcada en los últimos días de la Guerra Civil, que se vivieron en la provincia de Alicante.
Una obra enmarcada en los últimos días de la Guerra Civil, que se vivieron en la provincia de Alicante.

Presentación en Petrer.

El libro se presentará oficialmente en unas dos semanas (fecha exacta por confirmar) en el instituto Juan Gil Albert de Alicante. Es seguro, aunque en una fecha también por confirmar (seguramente principios de junio), que el libro se presentará asimismo en Petrer, gracias a gestiones del ayuntamiento.

Manuel Mira Candel (Orihuela, 1945), se adentra en nuestra Guerra Civil con la intención de recrearla, reinventándosela, en la mente de personas que no la sufrieron. Distanciado de la realidad, ahonda en la tragedia con plena libertad y busca desesperadamente, como sus protagonistas, una ventana a la esperanza de la reconciliación. Madre Tierra no es una novela de guerra, sino de amor, de pasiones carnales y de nostalgias, de búsqueda de alternativas a la historia de un país en el que todos sus habitantes, los que huyen y los que se quedan, son exiliados, porque “todos fueron derrotados”. El propio autor nos remite un comentario de su última obra.

A propósito de Madre Tierra, mi nueva novela, un referente vital – por Manuel Mira Candel

El escritor y periodista Manuel Mira.
El escritor y periodista Manuel Mira.

«Madre Tierra es una novela de intensas emociones, por su pulso narrativo y las ansiedades y pasiones que cobran vida en sus personajes. También es un ferviente anhelo personal. Una vieja y larga historia que he venido madurando desde hace tiempo entre hibernaciones y compulsivos trances creativos, como en esas exquisiteces culinarias sometidas a un proceso de elaboración con largos periodos de reposo, degustación y experimentación de sabores. De apariencia ambiciosa por su volumen (más de 700 páginas), es, sin embargo, una novela humilde y generosa en sí misma, pues la infinita paciencia de sus protagonistas me ha permitido escribir mientras tanto otras cuatro novelas más, algunas de ellas publicadas. Quiero decir que Madre Tierra no sólo ha sido un referente literario en los últimos siete años sino también una fuente de vida para mí, el principio y el final de un tránsito especialmente azaroso desde el día en que caí del caballo, dispuesto a abandonarlo todo por la literatura, hasta el presente. Una novela cuya elaboración me apremió como escritor en la medida en que me iba colmando como ser humano. En sus páginas habitan algunos fantasmas que me han perseguido desde hace tiempo: la autenticidad de la querencia por la tierra, la reflexión crítica sobre España, el amor como ingrediente definitivo de la reconciliación. En Madre Tierra no sólo se reconcilian los hombres y mujeres que odian; también los que aman. Uno de los personajes de Madre Tierra llega a decir que la Guerra Civil de nuestro país no empezó en 1936 sino en 1492, y sigue en nuestros días. Hace poco mantuve una larga conversación acerca de la novela con un joven e inteligente amigo que me dijo haber visto cierto paralelismo entre el pesimismo depresivo de algunos de sus protagonistas con el Movimiento Grunge, el de Nirvana y su líder Kurt Cobain, en la década de los 90 del pasado siglo; y es posible que exista esa relación: todas las rebeldías son depresivas.

es un grito de rebeldía. Los lectores maduros lo ahogarán en el llanto de la tristeza por la generación perdida. Para los jóvenes será una revelación, una súbita ingestión de energía y admiración por una clase de martirio que ellos desconocían. Todo en esta novela es debatible pero sincero, preocupante y al tiempo esperanzador. Hasta un personaje tan inocente como el joven periodista Ken Brighton, americano, termina contagiándose del misterio de la tragedia y decide convertirse en redentor de los problemas de un país desgarrado. En Madre Tierra nadie está conforme con lo que es, y por lo tanto con lo que hace, ni con Dios ni con el diablo. Sólo el judío sefardita Wilfred Montesza parece un hombre relativamente feliz; y es probable que lo sea porque el exilio de casi medio milenio le obliga –como a sus antepasados– a constreñir la idea de España a una imperecedera emoción nostálgica. Por eso ha ordenado plantar en su rancho de Pretoria encinas traídas de la lejana Sefarat, y pintar un gigantesco lienzo sobre la huida de los judíos desde los puertos españoles que ha colgado en una de las paredes de su biblioteca en Johannesburgo. Observa todos los días el cuadro y busca en él los orígenes de su estirpe. Y cada vez que lo hace se conmueve».

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