Desde la publicación, ni cortos ni perezosos, decidimos visitar el parque de bomberos de Elda para arrojar luz sobre esta creencia popular. Allí, atendidos por el jefe de bomberos Amancio Guerrero, pudimos conocer de primera mano su trabajo y sus rutinas. La media de salidas, por ejemplo, es de 1.500 anuales, lo que nos deja una proporción de tres diarias. El carácter de estas salidas varía a lo largo del año: “en verano, a partir de abril y hasta últimos de septiembre, tenemos mucho incendio de matorral y forestal, y también, como en otras fechas festivas, tenemos muchas salidas por accidentes de tráfico. En nuestra zona de influencia”, nos comenta, que agrupa la friolera de 18 poblaciones, 1.500 kilómetros cuadrados y casi 300.000 habitantes, “tenemos auténticos puntos negros; en concreto, en los días lluviosos, ya sabemos que tendremos que salir a varias zonas”. Y en invierno, “es usual el incendio de vivienda, ocasionado por la chimenea de hollín –que debe limpiarse a conciencia antes de usarla y no siempre se hace-, braseros y por las campanas extractoras de humo de las cocinas, que también deben ser limpiadas cada 15 días. Los incendios en industrias y empresas ocurren todo el año, aunque me gustaría destacar que últimamente hemos visto como en los meses de julio y diciembre, próximo a vacaciones, se ha incrementado el número de incendios, muchos en condiciones extrañas”.

En el parque de bomberos, las actividades están programadas todo el año. Recordando que un turno de trabajo de un bombero dura 24 horas ( haciendo a la semana 37 horas y media, por los múltiples relevos), todas las tareas están planificadas: a las ocho se produce el relevo; a las ocho y media se asignan las funciones, con las tareas del turno y la revisión y comprobación de primera salida; a las nueve y media es el almuerzo, dando paso a las diez a la inspección, mantenimiento y limpieza de los vehículos asignados (que van cambiando cada día), y de once a una y media se realizan prácticas de maniobra y formación (cambiando también diariamente: prácticas de escalera, de trípode, de rappel, de uso de motosierra, de monodisco, cómo actuar en caso de riesgo biológico, etc.). A las cinco de la tarde, y hasta las siete, se realiza formación y teórica y práctica o se procede a finalizar las tareas inconclusas de la mañana; de siete a nueve hay un trabajo de ejercicio físico, quedando el bombero en espera hasta las siete de la mañana, hora en que se limpian las dependencias y se prepara el relevo, con lo que el ciclo vuelve a empezar. Esta organización, que la experiencia demuestra como la más eficiente, permitiendo por ejemplo revisar todos los vehículos semanalmente, se extiende también a las salidas, donde las misiones y tareas de cada uno de los bomberos están perfectamente señaladas y delimitadas. “Seguimos una metodología rígida que trata de garantizar la máxima operatividad de nuestro servicio”, resume Amancio; “esto no es el ejército de Pancho Villa que piensan algunos”.

El parque de bomberos de Elda, que tiene otro pequeño parque a su responsabilidad, el de Villena, “tiene un personal de servicio diario de nueve trabajadores por cinco en Villena, pero es un número ficticio, pues siempre hay dos de vacaciones, y si luego hay una baja por enfermedad, nos quedamos siete en Elda y cuatro en Villena”. Teniendo en cuenta el territorio que abarcan, que antes hemos apuntado, “tenemos una plantilla muy escasa, y hacemos filigranas para atender todas las salidas, una cuestión especialmente problemática si se presentan, como hemos tenido, hasta tres y cuatro emergencias a la vez”. No obstante, y aunque Amancio tiene claro que hay que “aspirar a una plantilla con tres trabajadores más como personal fijo de servicio, que sería el mínimo ideal”, es consciente de que su petición es a día de hoy una utopía, pues el gasto al año de un nuevo bombero de servicio diario “ha de multiplicarse por cinco, teniendo en cuenta las rotaciones que han de darse. Es decir, un bombero más en el personal del día a día implica a contratar a cinco bomberos”.