Las aves rapaces en el Medio Vinalopó y su importancia como bioindicadores

En la comarca del Medio Vinalopó existe una variada representación de aves rapaces fruto de una geografía donde se entremezcla, a modo de mosaico, una compleja red de hábitats y ambientes diferentes: terrenos forestales en los que predominan formaciones arboladas como pinares y carrascales, estructuras matorrales como garrigas y maquias, ambientes rupícolas con una alta diversidad de roquedos con alturas y exposiciones diferentes, ambientes riparios den zonas lindantes al río Vinalopó, al Pantano de Elda y a muchos cursos de agua intermitentes, cultivos arbolados de secano en los que predominan los viñedos, olivares, almendros y cerezos, campos de cereales, pastizales y cultivos hortícolas así como una rica arquitectura rural compuesta, en muchos casos, por masías abandonadas, ideales como cobijo de varias rapaces.

Águila perdicera.

Esta complejidad estructural permite la existencia de una gran diversidad de insectos, reptiles, aves y pequeños y medianos mamíferos, presas habituales de las aves rapaces. Este hecho ha propiciado unas condiciones óptimas para la existencia de una buena comunidad de aves rapaces diurnas y nocturnas.

Entre las aves rapaces diurnas destacan, por su tamaño y singularidad, tres grandes águilas: la real, la perdicera y  la culebrera, que cubren nichos ecológicos diferentes y se reparten el territorio.

Las dos primeras son especies residentes que nidifican en grandes roquedos, preferentemente lejos de la civilización humana, y que dependen en gran medida de las poblaciones de conejo. Ambas compiten por los territorios y por las áreas de caza. El águila real es fácil de observar en Les Fermoses, la Serra del Maigmó, la Serra del Sit, la Sierra del Coto de Pinoso y la Sierra de Orito. El águila perdicera se deja ver en las Sierras del Algaiat, la Umbría de Monóvar y la Sierra de Crevillente.

Gavilán.

El águila culebrera, por su parte, es una especie estival que regresa en primavera de sus cuarteles de invierno en la sábana tropical para criar y alimentar aquí a su descendencia durante los productivos meses primaverales de serpientes. A diferencia de las otras dos grandes águilas, nidifica en zonas boscosas por lo que no suelen competir con ellas por territorios ni por las áreas de caza pues su dieta se reduce a la captura de reptiles.

El siguiente grupo lo forman el busardo ratonero, el azor y el gavilán, todos ellos especies residentes. El ratonero es frecuente verlo posado sobre postes de tendidos eléctricos y telefónicos o remontándose a gran altura por el cielo en un vuelo en espiral. Las otras dos especies son exclusivamente forestales y bastante difíciles de ver ya no suelen salir a cielo abierto. Zonas como los valles del Calafate, l’Avaiol y Coto Castalla, la Sierra del Coto o Garrintxo son lugares donde suelen refugiarse.

Cernícalo.

Las aves rapaces diurnas se completan con la familia de los halcones, representada en la comarca por tres especies: el cernícalo, la más abundante, el halcón peregrino y el alcotán, especie estival. El cernícalo es muy fácil de distinguir por su característica forma de quedarse cernido en el aire. Es frecuente verlo en ramblas, roquedos y sobre campos abiertos en zonas como la Rambla de Puça, la Serra del Cavall, la Cresteria del Frare, Racó Xolí, la Serra del Sit o a lo largo de casi todo el término municipal de Monóvar.

Halcón peregrino.

El halcón peregrino es más exclusivo de grandes roquedos y puede verse haciendo grandes picados en zonas como la Serra del Sit, Rasos de Catí, la Crestería del Frare, la Serra del Maigmó o Sierra de las Pedrizas.

El alcotán es habitual en su paso migratorio durante los meses de abril-mayo y septiembre-octubre y, en ocasiones, se ha comprobado su nidificación en zonas como el valle de Caprala.

Además, junto a estas nuevas especies nidificantes, pueden verse de manera habitual en su paso migratorio otras especies como el buitre leonado, la aguililla calzada o el abejero europeo.

Buitre leonado.

A fin de evitar la competencia por el alimento, existen también dos familias de aves rapaces nocturnas: los titónidos, representados por una única especie, la lechuza, y los estrígidos, con cinco especies: el mochuelo, el cárabo, el autillo y los búhos real y chico. Todos ellos son residentes salvo el autillo, que es estival.

Mochuelo.

Estudiando la situación actual de las aves rapaces nocturnas encontramos una curiosa contradicción. Por un lado, se ha comprobado un aumento poblacional de especies, como es el caso del búho real, probablemente condicionado por el incremento de conejos en los últimos años y por un mayor respeto y educación ambiental de la ciudadanía. Por otro lado, sin embargo, especies más pequeñas como mochuelos, cárabos o autillos, cuya dieta principal se basa en pequeños roedores e invertebrados, han sufrido un considerable descenso poblacional fruto de la proliferación del uso de raticidas e insecticidas en el campo y del abandono de prácticas tradicionales en los campos de cultivo.

Búho chico.

A día de hoy, apenas existen estudios sobre estas especies en la comarca salvo el registro de citas en el Banco de Datos de la Biodiversidad de la Comunidad Valenciana, que está muy pobre todavía en este territorio.

Una vez mencionada la gran diversidad de especies existentes en la comarca, con un total de 15 especies nidificantes, cabe señalar la importancia de las rapaces como bioindicadores de la calidad de un ecosistema, ya que forman el eslabón más alto de la cadena alimenticia y, por tanto, dependen de otros animales para sobrevivir. Si existen factores  que afecten a otros eslabones de la cadena trófica, esto influirá tarde o temprano en la cantidad y estado de conservación de las aves rapaces de dicho lugar.

Estas aves pueden absorber sustancias químicas y otros contaminantes que se encuentren en el cuerpo de sus presas, como por ejemplo insecticidas o raticidas. De hecho, un roedor que ha sido recientemente envenenado tiene muchas más posibilidades de ser capturado por una rapaz al encontrarse débil.

Así pues, es misión de todos conservar la naturaleza,  partiendo de un uso sostenible de la tierra, de la eliminación generalizada de insecticidas en los campos y de educar a nuestros hijos en unos valores que les hagan respetar y apreciar el medio ambiente que nos rodea, porque todavía no somos conscientes de la riqueza natural que tenemos y del serio peligro que corre de cara a las futuras generaciones si siguen las prácticas y hábitos de consumo actuales.

Texto de Ramón García Pereira/Ilustraciones de Lluis Sogorb/ Fotografías de Néstor Rico, Gabriel García y Pedro Hernández/Artículo publicado originalmente en la revista Ecoeco nº2 (invierno 2011)

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