La ermita del Chorrillo: la búsqueda del oratorio perdido

Creemos que los habitantes del Chorrillo debieron seguir las recomendaciones del señor visitador y proceder a reparar la ermita y subsanar todas las «indecencias» que tenía el pequeño oratorio, porque en 1846 ya aparece esta partida rural en el Diccionario Geográfico-Estadísticio-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, obra monumental de Pascual Madoz e Ibáñez (1806-1870):

«CHORRILLO: caserío de la provincia de Alicante, partido judicial de Monóvar, término jurisdiccional de Elda. Situado al Norte de la misma, y comprende 10 casas diseminadas, y 1 ermita, en la que se celebra misa algunas temporadas por los eclesiásticos que nombran y pagan los moradores. Para su gobierno hay una especie de alcalde pedáneo, llamado diputado de justicia. POBLACIÓN: 10 vecinos y 38 almas» (tomo I, p. 311).

Por último, el escritor eldense Lamberto Amat y Sempere (1820-1893), en su obra Elda, su antigüedad, su historia…. en un capítulo dedicado a las ermitas eldenses afirma:

«También hay otras tres ermitas en este término la de [¿?], en el partido del Chorrillo, bastante antigua, la de Los Dolores en el de Las Cañadas, y la de La Concepción en el de La Jaud, estas dos modernas, sostenidas las tres por la piedad y devoción de los dueños de sus respectivas haciendas» (tomo I, pp. 42-43).

Ignoramos los motivos que tuvo este estudioso hombre para dejar en blanco el nombre que tenía la ermita del Chorrillo, ya que probablemente tuvo que tener acceso al manuscrito de la vista del obispado de 1816, del que sabemos copió muchas referencias Pueede que tal vez dudase si la ermita estaba dedicada a Santa Teresa o al Salvador.

Nuestro buen amigo Ramón Candelas Orgilés, que ha estudiado las ermitas de la provincia alicantina con profundidad y conoce la obra de Josep Montesinos, cree que para esta capilla caben dos posibilidades: que se trate de diferentes ermitas o que, como era muy frecuentemente, se le cambiara el nombre.

En cambio, el escrito de Sax, Vicente Vázquez Hernández, sitúa la ermita dentro del término sajeño, concretamente en una finca de la zona del Chorrillo que pertenece a esta población, que en 1761 era propiedad de Juan Torreblanca de Chico, en cuyo caserón tenía anexa una ermita, que fue absorbida por dicha edificación y de la que actualmente quedan una pequeña torrecilla y algunos arcos y molduras.

Nosotros, por nuestra parte, creemos que la ermita estudiada no se encontraba tan adentrada en Sax (los mojonas del término se localizan en el cerro), y por otra parte, hasta 1836 Sax pertenecía al obispado de Cartagena, por lo que es difícil que el secretario del obispado de Orihuela visitara una ermita que en 1816 perteneciese a otra diócesis. Hasta las ediciones de las separatas de la Crónica de Josep Montesinos de Petrer (1993) y de Elda (1997) nosotros también creíamos la versión de Vázquez Hernández, hoy suponemos que podía encontrarse junto a alguna de las casas de campo del pequeño cerro, muy cerca de los referidos mojones: «Mirando entre Poniente y Tramontana; .. como el ángulo que forman las lindes con otros términos» (Montesinos, Op. cit.). Sobre el cerro confluyen los tres términos municipales. Otro dato importante lo encontramos en la referida acta de 1816, donde el secretarlo Don Diego Floras Abellán indica la existencia en la ermita de Santa Teresa de «dos cuadros laterales, el uno del Salvador y el otro al parecer de San Ignacio de Loyola». Y después de esto podemos pensar que tal vez Montesinos no visitara las ermitas que describe en su Crónica y se informase mal. Quizás un campesino le hablara de que la ermita estaba dedicada a Santa Teresa y otro le dijera que no recordaba el nombre, pero que allí había un cuadro del Salvador. Sabemos que el gramático oriolano no era muy detallista. Dicho todo esto, creemos más en la observación del señor Candelas: que ambas pueden ser la misma.

Para concluir este trabajo, añadiremos que esta ermita (llámese de Santa Teresa de Jesús o del Salvador, encuéntrese en Petrer, Sax o Elda) ya no existe. Desapareció como fue su existencia, silenciosa, nadie la recuerda. Desapareció como algunas otras hermanas ermitas petrerenses, la del Rosario (Finca de Rabossa); San Vicente Ferrer (Puça) y Santa Bárbara (de ésta queda inexplicablemente una pared). Únicamente quedan en pie San Bonifacio y el Santísimo Cristo, en el casco urbano, y la Purísima Concepción en los valles de Catí, esta última del siglo XVII, preciosa capilla que ha desafiado el paso del tiempo, las guerras y el vandalismo. Hasta ha sido loablemente restaurada por el Ayuntamiento petrerense.

La ermita de Catí antes de su restauración.
La ermita de Catí en la actualidad.

Aquí quedan estos testigos del arte religioso popular de siglos pasados, se resisten a morir del todo, por eso cuando se reedita alguna vieja crónica, como la de Montesinos, vuelven a revivir y nos hablan de aquellas sencillas misas campestres, de aquellas alegres romerías que hoy en día nosotros no podemos comprender porque estamos sumergidos en nuestra complicada tecnología y alocado consumismo.

Interior de la ermita de Catí.

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