[1]
La singularidad del entorno natural en que vivimos no sólo reluce con una manada de arruís a la carrera o un vuelo águila real, hay otros habitantes menos ilustres y menos visibles a los que, si les concedemos una mirada, no dejan de sorprendernos. Tal es el caso de la esfinge colibrí (macroglossum stellatarum) , un insecto del orden de los lepidópteros, realmente único y bello. A pesar de ser una mariposa nocturna, también ha desarrollado hábitos diurnos y, a pesar de ser un insecto, siempre se le emparenta con un pájaro, el colibrí. Ello se debe a su espectacular bateo de alas (200 veces por segundo), que le permite, como al popular ave, mantenerse quieto en el aire, simulando un helicóptero. Tal es su velocidad de reacción, controlando la posición mediante golpes de cola, que el ojo humano apenas es capaz de percibir sus movimientos, y liba el néctar de las flores estático en el aire, sin posarse nunca en la flor, y nunca dedicando más de dos segundos a cada libación. Se ha adaptado muy bien a la Península Ibérica, con poblaciones muy estables.
Disfruten con las fotografías, muy difíciles de tomar debido a lo huidiza que es esta mariposa del ser humano. Néstor Rico Campos, de la Asociación de Amigos de L’Avaiol, ha podido captarla libando de flores cercanas a una de las charcas que han puesto marcha, a donde acuden a beber como cualquier otro animal, acción encuadrada dentro del programa Volcam 2009 concecido a la asociación.
[2]
[3]
[4]
[5]
[6]