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A mediados del mes de agosto, tuve la oportunidad de acercarme a nuestros montes y ver de cerca los rigores del calor extremo, y puedo asegurar que a eso del mediodía, a 40 grados más o menos, es duro siquiera respirar. Así pude ver algunos animales de la zona que lo están pasando mal estos días de mucho sol y aire casi irrespirable. Las aves acudían con el pico abierto para poder respirar y todos en general no dudaban en bañarse para refrescarse, dándome no poca envidia.
Ya para terminar, dedicar estas fotos a mi hijo Manuel, que me acompañó en varias sesiones y sólo él sabe el calor que pasamos, pero como me dijo él… valió la pena.