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Estas fotos que hoy presentamos, recientemente tomadas, demuestran que por mucha planificación que uno realice para su labor de fotógrafo de la naturaleza, en ocasiones el éxito de unas buenas imágenes va a depender de la suerte de estar en el momento correcto en el lugar adecuado. En esta sesión casi se repitió uno de los momentos de vida animal salvaje más intensos, la caza de una serpiente de escalera. No obstante, mi padre y yo llegamos minutos más tarde, justo cuando acababa de zamparse a su presa.
Mi padre, por cierto, fue quien la divisó, y me gustaría dedicarle estas líneas, ya que a él le debo todo lo que sé sobre el campo y la montaña. No sólo los conocimientos, sino que desde muy pequeño supo inculcarme sensibilidad, respeto y amor por la naturaleza.
Él y yo estuvimos de acuerdo que el ejemplar en cuestión era el más grande que habíamos visto nunca, mediría sobre un metro setenta y tenía el grosor de una bote de refresco de Coca Cola. La serpiente de escalera (Elaphe Scalaris) está catalogada como la más agresiva de toda la fauna ibérica, algo que desde luego pudimos comprobar durante la sesión de fotos, que duró unos 45 minutos.
La serpiente no paraba de resoplar y se erguía de una manera espectacular. El ambiente se tensó y por momentos nos lanzaba ataques a ambos; seguramente estaba enojada porque no le dejábamos hacer la digestión tranquilamente. Yo estaba tumbado en el suelo, tratando de fotografiar el mundo desde su altura (es decir, “su mundo”), con la cámara a escasos centímetros. Lo único que me tranquilizaba era saber que su mordedura no es venenosa.
Con este relato no quisiera asustar a nadie; ¡así que no le tiréis piedras si la veis por el monte, como he escuchado en más de una ocasión! Este reptil, además de poseer una belleza admirable incluso en esos momentos, con todo ese potencial depredador que le ha otorgado la Naturaleza, realiza una gran tarea de limpieza de plagas en nuestros montes.
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