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En pos de la exuberante complejidad del paisaje

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El anterior fin de semana se impartió por la Asociación de Amigos de L’Avaiol el quinto curso de fotografía de naturaleza, dominado por lo que, podríamos llamar, un tour fotográfico. Las posibilidades del entorno y sus múltiples puntos de interés, ecológicos y estéticos, nos han animado a ofrecer una experiencia que trata de representar, al menos en parte, esta exuberante complejidad.

El curso comenzó a las ocho de la mañana, con una clase teórica impartida ya en el mismo terreno, en el aula de naturaleza de L’Avaiol. La clase sirvió para introducir las distintas temáticas y técnicas que más tarde llevaríamos a la práctica.

Así, la primera salida de campo estuvo centrado en retratar a aves estivales (procedentes en su mayoría del continente africano). Estuvimos en los escondites (hides) desde las nueve y media hasta las doce y media del mediodía. Fueron horas de disfrute fotografiando la vida natural en los mejores enclaves del territorio, gracias a esa red de escondites que alcanzan ya casi la decena.

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Todas las fotos, como esta perdiz, son del día del curso.
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La avifauna es muy variada.
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Ardilla fotografiada desde el escondite.

Tras ello, a por nuestro siguiente motivo fotográfico: el paisaje primaveral. El agua y el sol se han conjugado este año sabiamente para recompensarnos con una explosión de color y vida arrebatando nuestros campos. Nos acercamos, entre otros, a la inmensa bancalada del Plans de Samuel a disfrutar con una novedad histórica en estos lares, el pipirigallo. 4 hectáreas repletas de flores y centenares de insectos, los cuales permitieron la siguiente práctica: la macrofotografía. Flora e insectos viviendo intensamente en el sembrado, bullendo en el ambiente.

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El mar del pipirigallo.
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Una primavera para recordar.
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Estuvimos un poco probando distintas técnicas.
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Los insectos... Cuando empiezas a verlos, por decirlo así, ya no puedes dejar de hacerlo, dándote cuenta, así, de la verdadera amplitud de su universo.
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La morfología de muchos alienígenas de ciencia ficción se han inspirado en las particularidades de este reino animal.

A las dos de la tarde nos fuimos a comer al «cuartel general» de L’Avaiol. A pesar de ser un curso fotográfico, la hora de la comida y la tertulia, que alargamos hasta las cuatro, se está convirtiendo en uno de los principales focos de atracción del día. La comida -y la bebida- son excelentes, desde paella hasta tortas de pisto caseras, y la compañía, a la que se unen en ocasiones otros miembros de la asociación, siempre inspirada.

Reanudamos la marcha con un nuevo objeto de deseo: el arruí. El imponente mamífero suele acudir a una de nuestras posiciones estratégicas; verlos descender el Alt de Peret para acabar a tres metros de los mismos, tan solo separados por un cristal, sigue siendo una experiencia poderosa. Las idas y venidas, en sus quehaceres, de palomas torcaces, tórtolas, perdices, arrendajos, ardillas, etc., animaron, también, las soleadas horas vespertinas.

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Los bellos mamíferos no nos fallaron y acudieron a su cita con nuestro objetivo. Aquí quise cogerlo con la lengua fuera: no es fácil, se relamen poco, y sólo un par de lametazos en cada ocasión.

Nosotros  dejamos a la fauna sumida en sus rutinas para, a las seis y poco de la tarde, dirigirnos a la rambla de Puça. Está viviendo una época histórica, con la mina, desbocada desde hace meses, vertiendo su agua cristalina por el curso de la rambla. En los últimos días, al caudal se le ha unido también el agua procedente de las surgencias naturales, completando así un cuadro paisajístico cercano al río. Hay caídas de agua, sobre las que aplicar diferentes técnicas fotográficas; secciones de discurrir rápido y otras composiciones más quedas, con el agua casi estancada. Pasadas las ocho, con las primeras tonalidades del lento ocaso dándole una estimulación distinta a nuestro entorno, aún estábamos allí.

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Cerramos nuestro tour con fotografías de paisajes de agua.
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Puça y su rambla, no podían ser otros, recibieron nuestra visita. Pero conozco otros puntos también, si la mina de Puça no tiene a bien acompañarnos en los meses estivales.
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Las caídas de agua dan mucho juego para fotografiar.
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El Salt al atardecer.

Un día,  en fin, que para mí cobró más relevancia en la hora de la despedida, cuando percibes cómo la relación de alumno-profesor es en realidad ya de camadería y amistad. Resulta muy agradable compartir aficiones, y muy instructivo, incluso para quien en teoría debe impartirla.

Seguiremos haciendo cursos como el mostrado, al precio de 35 euros, con los que contribuirás también al mantenimiento del paisaje. Si estás interesado, puedes contactar conmigo y reservar plazas en el número 622795493.