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Búho real: seguimiento a nuestra familia (I)

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Cuando más escudriñamos en sitios inhóspitos aquello que buscamos, más nos sorprende encontrarlo en lugares cercanos e inesperados.

Esta historia comienza como un sin querer. Seguirá con un acecho atento y trabajado. Terminará con la observación cuidadosa y paciente del abandono del nido y vuelo de los polluelos de una familia de búho real.

Por Néstor Rico, fotógrafo naturalista. Ignacio Mora, senderista curioso.

Personajes secundarios de esta aventura que nos deparará alguna que otra sorpresa aún sin saberlo. Es una mañana en busca de egagrópilas para analizarlas; un pequeño paseo en las inmediaciones de un comedero donde alguna que otra vez ya habíamos localizado algún búho en una escarpada pared.

Desmenuzar una de estas egagrópilas se está convirtiendo en una afición digamos ¿escatológica? Sí, puede ser. La regurgitación de los restos de los animales engullidos de golpe esconde muchas curiosidades en su interior. Todos nos hemos divertido abriendo los huevos Kinder con la ansiosa curiosidad de lo que abría dentro. Aquí ocurre lo mismo, ¡nunca sabes lo que te puedes encontrar!

Situaremos la historia en un pequeño y accesible hueco, de escasas dimensiones y a pie de monte. Difícil imaginar que en esta diminuta cueva sería ocupada meses más tarde por una de nuestras más sublimes e impresionantes cazadoras nocturnas.

Pero algo indujo a preparar una pequeña trampa, quizá fuera una rara depresión en su suelo no muy diferente de los guas de los juegos de canicas, una zona de no más de un palmo de ancho, sin uso desde hace tiempo, limpio de cualquier rastro pero retirada de piedras.

Quizá fue la intuición.

En las cercanías del hueco nada de plumas, egagrópilas ni excrementos que nos diera pistas de la presencia de aves: Claro, en un sitio tan accesible…

La trampa tan sencilla como inútil.

Sencilla por consistir simplemente en la colocación de una barrera de esparto en la entrada para que cualquier animal que entrara en la cuevecita, apartara de manera obligatoria las hojas de esparto y demostrar con esto que el hueco había sido utilizado. Inútil porque la comprobación dos meses después de la primera visita demostró de otra forma que sí, efectivamente, el hueco estaba siendo usado.

Y esto ocurrió a primeros de este año,en la segunda quincena de enero, día en que al volver al hueco por la curiosidad de saber cómo estaba el infranqueable muro de esparto descubrí esta imagen:

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Como podéis ver, un puñado de huevos blancos,  redonditos redonditos en otra pequeña depresión, justo en la entrada de la cueva y detrás de los matujos abiertos de esparto en la entrada, delatando la zona por donde sale y entra la hembra para incubarlos.

Llevarse uno sorpresa mayúscula y salir corriendo de la zona fue todo en uno.

Como todos imaginamos es en esta etapa donde las aves se sienten más vulnerables. Si el búho es molestado en el período de incubación, la hembra puede abandonar el nido y perder la pollada. Cuantos huevos se habrán perdido por el simple merodeo de un extraño en las inmediaciones del nido por el simple hecho de querer ver sí o sí un búho real.

Por este motivo no nos acercamos por la zona pese a los nervios y ganas de saber cómo y cuándo sería el “parto”.

Expectación, ansias y preocupación. Dos meses así. ..

Y aquí es donde paramos un momento el relato para reflexionar sobre la importancia de los objetivos en un seguimiento de fauna. Sabed lectores que lo primero en este trabajo es el animal. No tiene sentido molestar, asustar ni incomodar a un animal salvaje por el placer de seguirlo o fotografiarlo. La conciencia de un amante de la fauna debe anteponer siempre la seguridad de cualquier animal a la soberbia de querer conocerlo todo.

Así que dos meses después volvimos al lugar. Desde lejos, con telescopio, con cuidadín y a la espera.

Y estas son las primeras imágenes de lo que a la larga se convertiría en un agradable entretenimiento y largas horas de espera. Ese mancha blanca es en realidad un pequeño peluche que se asomaba de vez en cuando a la entrada, estiraba las patas, los pies y de nuevo para la seguridad de la guarida.

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Pensamos ahora, en la ingenuidad de nuestro primer seguimiento de búhos, que la pareja de adultos estaría atenta y alerta a la existencia de dos intrusos en las inmediaciones de sus crías pero sólo en una única vez, tras toda la tarde de acecho agazapados tras unos espinos, pudimos ver sobrevolar ya entrada la noche la silueta de un adulto cruzando el valle.

No parecen los padres tan preocupados en la defensa de las crías como cabría esperar y sorprende, estando en un sitio donde zorros, garduñas, ginetas o humanos pueden tener la presa tan al alcance. Ninguna señal de advertencia por sus partes ¿ingenuidad o padres primerizos?

Una semana tras haber comprobado el buen crecimiento de los pollos nos tomamos la libertad de aproximarnos un poco más. Recogida de egagrópilas por las inmediaciones para conocer la cantidad y calidad de las piezas cazadas, el horario de ceba de los adultos o número y evolución de los pollos son datos que nos aportan información al estudio etológico de la especie.

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Como podéis ver se aprecia la existencia de un conejo en este caso esperando ser devorado cuando las crías tuvieran necesidad de alimentarse por ellas mismas. Ríete tú de las tiendas 24&7 y del servicio a domicilio.

Las muestras de egagrópilas nos han podido confirmar que la mayoría de las piezas cazadas son conejos de manera casi exclusiva, aunque también aparecen restos de aves (paloma o tórtola) o… erizos. Sorprende imaginar la fuerza y dureza de la garganta y tráquea del búho real en el momento de engullir las púas de dicho animal. ¡Y luego regurgitarlo!

Con el avance y crecimiento de los pollos pudimos ir confiando el momento de aproximarnos para tener datos más certeros. ¿Han salido viables los tres pollos? ¿Una carencia en el aporte de comida produciría canibalismo entre hermanos? ¿Cómo era el comportamiento de los adultos?

…Continuará…