Enric Valor, escritor en Elda

La Elda que Valor escribe

 

No habla Valor de Elda en Les rondalles valencianes más representativas, salvo alguna mínima referencia en El jugador de Petrer o en El Rei Astoret, donde habla de un astrólogo llamado Jeremies de Camara. Sí lo hace al final de sus días en la rondalla Un fonamentalista del Vinalopó, pero como referente lejano de una historia centrada en Monóvar. Las principales referencias de Valor a Elda se encuentran en Temps de batuda (Valencia, 1991), que forma parte de la Trilogía de Cassana, su más extensa obra narrativa. También son importantes las referencias a la ciudad en varias de las entrevistas concedidas al final de sus días. Desgraciadamente, carecemos de escasas referencias valorianas de fechas anteriores, por lo que la visión de Valor se basa en recuerdos lejanos y en balances tardíos de su trayectoria vital: algunos errores—no sólo de fechas— y, por qué no decirlo, una visión algo autocomplaciente de su propia historia no restan un ápice al interés de sus testimonios.

Enric Valor asistía frecuentemente a las sesiones de cine del preciós Teatro Castelar.

Entre los aportes de la obra valoriana al conocimiento de la vida eldense de la época destacaríamos por encima de cualquier otro la descripción del interior de una fábrica de calzado, en este caso concreto la de los Vera, en el camino de la estación, en la que debió trabajar una breve temporada. En Temps de batuda, Valor —reflejado en un aprendiz de cortador— describe materialmente la factoría, la organización del trabajo en la misma,la vida cotidiana allí existente, la masa obrera orgullosa tanto de su trabajo bien hecho como de su dignidad de clase, la camaradería y la solidaridad.La descripción de la satisfacción ante el primer salario es, sencillamente, magistral.

La vida en la fábrica le lleva a describir muchos rasgos básicos del anarquismo eldense de aquellos años, aunque también encontramos datos y opiniones en El fonamentalista...y en las entrevistas. Valor seguía al final de sus días fascinado con la fuerza que aquella ideología irrenunciablemente obrera y alternativa alcanzó en la industria zapatera; Valor la engrandece en sus recuerdos, porque habla de 12.000 afiliados locales, cifra absolutamente imposible en un municipio que no contaba siquiera con esos habitantes en el momento en que él se avecina aquí. Del anarquismo recuerda su vigor cultural, con un grupo de teatro y tertulias; su fuerte apuesta naturista, que él mismo afirma haber asumido durante algún tiempo; también la violenta visión de la acción social transformadora que poseían los más radicalizados, como el fundamentalista caricaturizado en una rondalla.

Muy certera resulta la definición del pensamiento arreligioso de la mayoría de obreros de entonces, que él reconoce haber asimilado en su juventud. Era, según él, un ateismo radical, surgido de forma natural, que ni siquiera se cuestionaba la existencia de un ser supremo personalizado porque rehusaban toda creencia sobrenatural como un cebo de las clases explotadoras; la creencia religiosa era sustituida entre los anarquistas y socialistas más convencidos por una moral ascética y una honda preocupación por la lucha social. En la descripción que hace en Temps de batuda de su propia familia, su ateísmo creciente contrasta con la actitud de su madre, cada vez más centrada en la vida de la parroquia—acude a Santa Ana y confiesa con un cura viejo residente en su misma calle—, y con la de su padre, que acude a misa los domingos por simple cumplimiento de una regla social.

Sobre aspectos políticos, Valor recuerda que el deseo de hacer caer a Alfonso XIII parecía agrupar a todas las fuerzas progresistas y que el ambiente eldense era marcadamente republicano. Valor refleja una manifestación obrera meses antes del 14 de abril por la calle Nueva, en la que se llega a leer un manifiesto proclamando la República. Con el tiempo, a Valor le llama la atención el arraigo del partido Izquierda Republicana entre el empresariado, algo que —según él— ayudaba a explicar la visión más radicalizada de los obreros. En El fonamentalista… Valor cita, en conversaciones entre compañeros de la oficina de correos de Monóvar, la actividad de la agrupación socialista eldense y la posibilidad de que patronos y socialistas puedan discutir y llegar a acuerdos en una mesa de un café.

También son importantes las referencias a la vida cotidiana, en una ciudad que para Valor posee una rara viveza. Sobre todo, destaca —como tantos otros testimonios de la época— la intensa afición al cine: recuerda las sesiones del preciós Teatro Castelar, al que acudía con tal frecuencia que llegó a pensar que la afición al cine desplazaría a la literaria. La influencia del cine es patente en la obras del escritor; El experimento Strolowickz, L´aventura de Franz Lietzen o las no recuperadas Tamarga o L´hereu de Lewis Brother son reflejan mundos exóticos, situaciones fantásticas, un cosmopolitismo de nombres, lenguas y lugares con el que se había familiarizado a través de la gran pantalla.

De las fiestas, sólo recuerda los días de la Pascua, que debieron ser también de iniciación amorosa para aquel adolescente. Su afición a la caza, mantenida durante toda su vida, le permite recordar distintos parajes próximos a la ciudad —desde Santa Eulalia a las sierras del Cid o del Caballo— por los que realizaba largas caminatas que, algunas veces, concluían bien entrada la noche. Valor narra su impresión inicial ante el árido paisaje del Valle de Elda, frente a las densas pinadas en que se había criado, pero poco a poco acaba encariñándose de unas montañas resecas en las que pasaba sus horas más felices. El escritor también recuerda el más típico de los antiguos paseos eldenses, la subida a la estación de ferrocarril, esa afición al paso de los trenes, especialmente a la salida del túnel, con la que su padre combatía la tristeza de sus últimos días.

El único reproche que Valor conserva de los años eldenses de su vida es un desprecio generalizado hacia su lengua materna, que él refleja como una muestra de xenofobia en la que no parece haber distinción de clases sociales. «Castellero, valenciano» son palabras que recuerda como un insulto que, a veces, hubo de soportar. El viejo Valor recuerda la Elda de su juventud como un territorio castellanohablante, en la que su situación es absolutamente excepcional; curiosamente, aunque fuese en la privacidad de las viviendas, nunca se habló tanto valenciano en Elda como en aquellos años, porque centenares de pinoseros, monoveros, noveldenses o de muchos otros municipios de ese área lingüística estaban afincándose en aquellos años aquí. Más aún, en la Elda de 1930 los nacidos en Castalla se aproximarían a los dos centenares, e incluso alguno de ellos se había convertido ya en fabricante de calzado; si Valor no es consciente de ello, puede explicarse en buena medida porque él procedía de una clase acomodada, con escasa relación con gentes de origen más humilde.

Finalmente, aunque Valor no describa de manera global y detallada la Elda en que vivió, sí recorre deforma precisa el trayecto que va desde la fábrica de los Vera, en la subida a la estación, hasta la zona que hoy ocupa la calle Dahellos, detallando el cruce del Vinalopó, el cerro del Castillo o la zona entonces denominada del Pierrat y la Puerta del Sol.

En resumen, las referencias a Elda en la obra valoriana son dispersas, pero ayudan a entender la ciudad de aquella época y ofrecen una visión diferente de la misma. En cuanto a Valor, la estancia en Elda es esencial para entender su obra; él mismo afirma que «en aquella ciudad…con mejor o peor acogida, habíamos conseguido una cierta redención» y se reconoce como el chico de Castalla que se hizo un hombre en Elda y Alicante.

BIBLIOGRAFÍA:

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BROTONS, V. (2000): «Les terres del Vinalopó a l´obra d´Enric Valor», Revista del Vinalopó, Nº 3, pp. 105-118.

LAURELLA, E.: «Enric Valor i Vives, entrevistat per […] el 1997», en Enric Valor (1911-2000) in memoriam, Barcelona, Institució de les Lletres Catalanes, 2001, pp. 61-70.

PITARCH, V.: Converses amb J.Simon, E.Valor y R.Súria, Benicarló, Edicions Alambor, 2002, 154 pp.

SERRANO, R.: Enric Valor. Converses amb un senyor escriptor, Valencia, Tàndem edicions, 1995, 141 pp.

VALERO, J.R.: «La inmigración en Elda durante la Dictadura y la República: causas, desarrollo y características», Elda durante el primer tercio del siglo XX, Novelda, C.A.A.M., 1980, pp.97-125.

VALOR, E.: Temps de Batuda, Valencia, Tàndem edicions, 1991, 376 pp.

VALOR, E.: Un fonamentalista del Vinalopó i altres contarelles,Valencia, Tàndem edicions, 1996, 123 pp.

 

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