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Oficios perdidos: Los ribaceros, arquitectos del paisaje

*Nota: Reportaje extraído de la revista Alborada número 48 (2004). Puede adquirirla aquí [1].

En este tercer capítulo queremos rendir homenaje a los RIBACEROS, es decir, a aquellos laboriosos y anónimos constructores de ribazos que, en su afán de aprovechar el terreno para la agricultura de secano, edificaron unos muros de contención, algunos de ellos verdaderas obras de ingeniería, que surcan nuestro valle, dando a nuestros montes esa arquitectura en el paisaje, como bien define Mercedes Compte en su obra El libro de oro de los oficios. A manera de introducción, diremosque si buscamos el término ribazo en cualquier diccionario encontraremos que esta palabra tiene su raíz en RIBA, del latín RIPA>RIBERA, y definiéndolo como «una porción de tierra con alguna elevación o declive» o bien «un terreno en declive pronunciado que se encuentra especialmente a los lados de un río o de una carretera». También otra definición lo trata como una cuesta o pendiente.

Antiguamente llegó incluso a significar «distancia o diferencia». Los orígenes de la construcción de ribazos son tan antiguos como el mismo hombre, podría decirse que aparecen con la agricultura misma. Cuando nuestros antepasados comienzan a cultivar las llanuras piensan que los montes pueden ser también aprovechados. Por consiguiente, las colinas y los cerros comienzan a desmontarse y a allanarse, construyendo unas terrazas donde las dificultades topográficas sean mínimas y puedan beneficiarse de las escasas lluvias que encharcan dichas terrazas. Allí se plantará la clásica trilogía mediterránea: cereales, vid y olivo. Más tarde le seguirán el almendro, la higuera, el algarrobo…Al ir escalonando el monte en terrazas,se comprueba que para evitar la erosión de la lluvia se necesita construir unos recios muros de contención que den consistencia y solidez al terreno.Es aquí donde aparece la figura del ribacero. La construcción de estos ribazos se inicia con un muro de piedras que se sujetan entre sí sin ningún tipo de argamasa o yeso. La técnica se basaba en primer lugar en localizar la piedra ideal, que solía ser caliza, arenisca, granito, etc.

El grosor y la altura del muro dependían del uso y la utilidad de lo plantado (no era lo mismo plantar cereales que olivos).Así estos constructores solían dirigirse a canteras cercanas; en el caso de Elda iban a Bolón, Bateig, Las Cañadas y Camara, donde se servían delas pequeñas rocas desechadas por los canteros. En caso contrario también podían emplearse grandes piedras o bolos del mismo cauce del río Vinalopó o de los materiales que arrastraban las ramblas de Pusa, Caprala o del Cid.Una vez recogidos los materiales y realizado el desmonte correspondiente se colocaba una plantilla de madera en los cimientos, donde se ponían las piedras más grandes y planas,que se iban encajando entre sí como si fuesen un puzzle, buscando que los ángulos casasen entre sí (foto 1). Para hacer el muro lo más recto posible se servían de una cuerda. Si el ribazo iba a ser alto, a la mitad se colocaba una hilera de piedras planas llamadas «travesaños», para continuar con el relleno del ribazo. Por último, se coronaba la edificación con las piedras de cubierta que, tanto si eran grandes como pequeñas, debían estarlo más juntas posible. Si había quedado algún hueco se rellenaba con piedras más pequeñas.

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Para ser ribacero se requería gran habilidad y una gran dosis de paciencia. Aunque en muchas ocasiones era el mismo agricultor y su familia quien construía el ribazo, con el transcurso de los años fueron formándose verdaderos profesionales. No hemos podido localizar ningún anciano que recordara el nombre de algún ribacero conocido,ya que la agricultura cesó en Elda hace ya tiempo. Sí, en cambio, hemos podido constatar que en la cercana población de Monóvar había bastantes artesanos hasta hace poco tiempo. Allí esta profesión estaba muy extendida.Si queremos ver todavía alguno de estos ribazos, basta con que nos desplacemos ala zona de Las Cañadas o a la zona del Pantano para observar estas grandes terrazas escalonadas.También en L´Avaiol de Petrer podemos apreciar un extraordinario ribazo (foto 2) con un curioso contrafuerte, y en el valle de Catí todavía quedan en pie algunas de estas construcciones que tiene peldaños de piedra adosados.

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Detalle de un ribazo muy bien conservado en L´Avaiol (Petrer). Una auténtica obra de ingeniería.

 

Estos modestos muros de contención,tan ignorados, son verdaderas obras de ingeniería rural, que desafían el paso de los años, las riadas,gotas frías y que plantan cara al progreso urbanístico, tan nefasto para nuestros escasos y bellos parajes.Más de algún constructor debería acercarse a conocerlos y admirar el extraordinario legado que nos dejaron nuestros abuelos. La esperanza queda depositada en las escuelas taller,donde una juventud sensible pueda encontrar una profesión que respete y restaure ese oficio tan noble como fue el de los ribaceros.

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Ribazo de la zona de Las Cañadas-Barrancás (Elda). Obsérvese como closan las rocas.