Los sanitarios de los cuarenta

*Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Petrer Mensual nº 27 – marzo 2003

Buscando en mi memoria otros colectivos interesantes de los años cuarenta, hallé quizás, uno de los más interesantes: el equipo sanitario. Se componía de dos médicos: don Luis Sempere y don Antonio Payá, una comadrona, doá Josefa Verdú «Doña Pepita» y dos practicantes, doña Dolores Maestre «Doloretes» y don Francisco Sempere «Paco el practicánt».

Fotografía de don Luis, la cual figura en la orla de su promoción.

En primer lugar y para que no se me olvide, ruego se tome en consideración a quien competa, dedicar una calle a cada unos de los practicantes, los médicos y la comadrona ya los tienen. Mi argumentación es simple y llanamente que sus méritos y petrolanquismo son indiscutibles.

Don Antonio con su clásica pajarita a la puerta de la iglesia de San Bartolomé, acompañado por su nuera Isabel y su consuegro Luis Villaplana, que dicho sea de paso fue el verdadero artífice de "els escoles del Govern" (Primo de Rivera) tan tristemente eliminadas.

Prosigo. Debo decir y digo que todo este equipo eran profesionales natos, distinguidos con matrícula de honor VOCACIONAL.

Foto de estudio de "Paco el Practican", recién finalizada la carrera.
Carnet acreditativo de Paco "el Practican", expedido en el año 1942 por el Consejo General de Colegios Oficiales de Practicantes.

Las 24 horas del día estaban de servicio a domicilio incluido para todo el pueblo y muy raramente desviaban pacientes a establecimientos más cualificados, primero por su amor propio y profesional y segundo porque apenas existían.
Tanto don Luis como don Antonio, eran super aventajados en psicología. Entrar en su consulta, dos preguntas y una mirada pro-funda, diagnostico al canto. Téngase en cuenta que la mayoría de enfermedades de la época las producía el HAMBRE.

Doña Josefa Verdú, "Doña Pepita". Creo importante añadir que Doña Pepita era madre de Doloretes.

Se les conocía como médicos de cabecera y eran como el médico de nuestra propia casa, es más, pienso que hasta formaban parte de nuestra familia, pues al margen de conocemos por fuera, eran los únicos que también nos conocían perfectamente por dentro.
Los servicios que realizaban en sus consultas eran tantos que enumerarlos nos llevaría mucho tiempo y espacio.

Don Luis en su consulta. Año 1965.
Don Antonio (hijo) y su hermana doña Encarna (d.e.p.) con caballo y comba en mano.

En esta misma década se puso en marcha la Seguridad Social. Hasta ese momento, como complemento a la paga municipal, los médicos de cabecera tenían un concierto voluntario con sus clientes llamado IGUALA, consistente en la paga de una cuota mensual a cambio de las atenciones sanitarias que se necesitarán.

La familia Sempere Bernabeu al completo en su mansión.

Afortunadamente, tanto don Luis como don Antonio dejaron sucesores, el primero a su hijo y nieto doctores Sempere y Navarro, y el segundo al doctor Payá. De casta les viene.

Don Luis con su hijo Luisito, ambos galenos, en el patio del jardín de su domicilio.

Hablar de doña Pepita, por más que me esfuerce me quedaré corto, ayudó a nacer a dos generaciones completas de petrolancos y parte de la tercera. Con gran satisfacción celebro encontrarme junto a mi esposa y hermano entre los premiados. La conocí mientras estuvo entre nosotros y siempre vi en ella una mujer especial con porte de gran señora.

Doña Dolores Maestre, "Doloretes". Año 1953.
Don Antonio y su esposa, de paseo.

En cuanto a la labor de los practicantes, además de ser importantísima, fue durísima, principalmente al coincidir con el descubrimiento de la penicilina que se administraba cada tres horas. De heroico podríamos calificar el comportamiento de estos dos profesionales, atendían a todos los pacientes, la mayoría en sus domicilios. A su llegada tenían preparado el alcohol, algodón y cerillas en un plato pequeño. Ellos sacaban el recipiente donde desinfectaban las agujas al son de un diálogo familiar y ¡¡Zass!!. Hasta mañana.

Don Antonio en su domicilio, disfrutando de su jubilación.

Finalizaré esta narración, dedicando a todo este equipo una frase que no se de quien es pero me gusta mucho: «Amantes de su destino que lucharon por el bienestar ajeno».

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