Séquito
de invertebrados
en los
párpados
de mi
garganta.

Disparan
las balas
de la boca
de las lobas
los versos
de sexo;
suicidas
que un día
construyeron
imperios
por encima
de los
templos
de los Dioses
ateos.

No hay
cielos
con lunas
ni estrellas
en horizontes
opacos.
Ojos
negros
en la tinta
que impregna
de odio
el amor
mientras
los silencios
que antes
eran
muertes
lentas
y placenteras
se perpetúan.

Los astros
se resquebrajan
y las arrugasen el alma
son las
lágrimas
de los
poetas
que ya
no quieren
SER
trabajadores
de letras,
ni guerrilleros
utópicos,
ni ingenieros
de infiernos
con buitres
o cuervos.

Sólo
queda
la fe
en la
NADA
asolas.

El
espíritu
murió.
El oficio
lastra,
cansa
y se apaga
la esperanza
por escribir
la rima
perfecta
o el poema
que la defina.

En mi boca
la tierra
sepultada,
los gritos
de rabia
y el corazón
almidonado.

Que pasen
los mortales
a escribir
prosa
vacía
para alimentar
a las ratas
alienadas
que en esta
cloaca
la mierda
se cotiza
por encima
del dolor
y a uno
ya le duelen
demasiado
las heridas
y los traumas.