El primer “Coche de la Estación”, un flamante Ford de madera y chapa con las ruedas macizas y radiales. Era capaz de alojar a quince pasajeros cómodamente sentados, amén de disponer del techo para colocar los bultos, las sacas del correo y las maletas de los viajantes del calzado, a los que incluso recogía a domicilio.
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Las viejas recetas elaboradas en casa siempre bajo la atenta mirada de las abuelas venían a sustituir o complementar la escasez de recursos de la medicina oficial. Así estaba organizada la sociedad de los años 50 y todo nos parecía de lo más normal…
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Hay imágenes que permanecen en la memoria de muchos y que eran habituales en el NO-DO de los años 60-70 del pasado siglo: destartaladas maletas a cuadros, algunas sujetas con cuerdas, fríos andenes y trenes que desprendían un humo espeso y abundante, y familiares despidiendo a sus seres queridos con lágrimas en los ojos. Hablamos de los emigrantes, la mayoría procedentes de pueblos de la España profunda. La emigración fue una dura realidad a la que se vieron abocados millones de españolitos de la época, entre los que se contaban centenares de eldenses.
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