Escritos de un joven indecente (XLI): Jueves de madrugada

Y vuelves a mí
con una sonrisa
vengativa…
pero me acaricias
las sienes
y BESAS
mis lágrimas…
con la dulzura que sólo TÚ
sabes darme.

Te acuestas a mi lado
y cara a cara
nos miramos.

-Shhhhh. Tranquilo, cielo-,
me susurras
cuando contengo
el grito
al desgarrarse mi ESPALDA
y es esta
un campo de amapolas
en una noche de febrero.

Se resquebraja
cada una de mis vértebras
a la vez que crujen
y se parten
mis dientes…

Me desangro
con la alegría
de la lluvia
SILENCIOSA
y las gotas
rojas
caen
lentamente,
(echándole
un pulso
a la gravedad),
al suelo
cuando
el colchón
y las sábanas
no pueden
absorberlas más.

-Ves, estamos
muy calentitos
aquí dentro.

Miro sus ojos,
la cama vacía
que dejó mi hermano
y la mesilla de noche
con la pistola oxidada
guardada en el cajón.
Vacié el cargador
hace unos meses
(en un acto de positivismo)
y tiré las balas…

-Soy un valiente, eh…
Por causa natural dirán,
le dijo mientras sonrío.

-Lo eres, mi amor…
lo eres.
Shhh…
Sufre, sufre y desángrate
con calma…
Estoy aquí
para abrazarte, marinero.

-Sí, preciosa…y te echaba de menos.

-Y yo, Pablo y yo…
Has aguantando
muchos meses
con pronóstico estable
y ya creía
que te habías
olvidado de mí.

-Yo sabía que volverías.
Eras cuestión de tiempo,
sólo que…
no quería molestar.

-Shhh..no hables
que ya te queda poco.
Apóyate en mi pecho
y cierra los ojos;
ya mismo nos vamos
y se acaba todo-, me susurra.

-¿Puedes traerme
“El dulce sabor del pesimismo
y una golondrina entre reptiles”?,
está en la estantería-,
le pido en voz baja
y con los ojos cerrados.
-Siempre quise
que me enterrasen
con él.

-Claro.

Vuelve a la habitación,
pone el libro
sobre sus pechos
y coloca mis manos
en él.

-Ahora durmamos, Pablo

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